fbpx

6 Comments

  1. Marcela Orellana
    18 octubre, 2022 @ 2:55 pm

    Querida Mar: tus lúcidas reflexiones venidas del vivir la muerte llevan a quien te lee a las suyas. No hay una orfandad, hay orfandades. Reiteradas, diversas e irremediablemente sucesivas. Poner palabras a ese hueco es arropar el frío y la soledad de la propia muerte y de las muertes de quienes amamos. Si nos agobian de grandes, ¿cómo al ser pequeños?

    Bienvenidas todas las palabras que acompañen y cuiden las infancias y adulteces en los duelos. Bienvenidas estas tuyas que nos traen a otras que nos traerán a otras más.

    Mi abrazo para ti y la pequeña Mar que te habita.

    Marcela

    Reply

    • Mar Benegas
      20 octubre, 2022 @ 7:19 am

      Gracias, por tu lectura y por tus palabras, querida Marcela. Espero que estés bien.
      Te mando un abrazo grande.

      Reply

  2. Bernardita Hurtado
    19 octubre, 2022 @ 2:14 am

    Querida Mar, que consuelo me da leerte . En estas últimas semanas falleció la hija de una querida amiga poeta y después una ex alumna a quien conocí desde pequeña.
    Necesitaba con urgencia , palabras bellas y precisas para acompañar el dolor. Gracias por este texto que ayuda a sanar.
    Un abrazo infinito.
    Bernardita

    Reply

    • Mar Benegas
      20 octubre, 2022 @ 7:16 am

      Querida Bernardita, va mi abrazo.

      Reply

  3. Haydee Zayas-Ramos
    22 octubre, 2022 @ 9:38 pm

    Querida Mar: al igual que las personas anteriores, tu escrito me ha llevado a reflexionar sobre la muerte de mi madre. Mi padre murió también, pero el impacto fue distinto. Tenía 31 cuando murió mi madre, pero me sentí de 5 o 6. Lo más duro que me ha tocado aprender ha sido encontrar la motivación y la fuerza para ‘hacer cosas’ dentro de mí. Antes de su muerte, esa fuerza nos la daba mi madre. A pesar de su cáncer, a pesar de la falta de fuerza física, a pesar de un marido que pudo haber hecho más… Nada, que llevo meses dándole la vuelta a un cuento sobre el tema. Pensando que la protagonista sería mi hermana menor que solo tenía 15 cuando mami murió. Leyéndote me he dado cuenta que ese personaje soy yo. Me has alumbrado con con tus palabras: “Da igual la edad que tengamos, la orfandad siempre es una niña, una niña sola y abandonada.” Te envío un abrazo agradecido desde Puerto Rico.

    Reply

  4. Mar
    27 octubre, 2022 @ 4:41 pm

    Hermosa y necesaria conversación, para mi fue de gran ayuda un libro japonés: Sweet Bean Paste de Durian Sukegawa. En la sociedad japonesa hay un gran énfasis en dar un aporte a la sociedad, pero queda en el aire la pregunta “¿para qué sirvió la vida de los enfermos, o los que se fueron demasiado pronto?” y la respuesta contenida en este libro es maravillosa.

    Reply

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.